Según una tradición que comenzó en el siglo VII, este es el lugar en el que Verónica salió de su puerta y enjugó el rostro cansado y torturado de Jesús, quedando impreso de forma milagrosa como su «verdadero retrato» en el velo. En griego, «verdadero retrato» es vera icon, de ahí el nombre de Verónica. A Verónica se la identifica con la mujer que fue curada de una enfermedad en la sangre, que le afectó durante doce años, hasta que tocó la orla del manto de Jesús (Mateo IX).